jueves, 20 de octubre de 2011

Kryptonita, de Leonardo Oyola


Cuando Oyola habla de su literatura, apela muchas veces a la expresión “prontuario”, y confirmo en esta segunda novela que le leí, la sensación de una fuerte presencia de prontuario, lo que en sí mismo no es la gran cosa ni una originalidad, todos los que escriben chorean de su prontuario, vaya novedad, pero lo que distingue a Oyola es como empilcha y maquilla, como hace para convertir una anécdota en una ficha completa de personaje o un nudo argumental bien instalado y bien resuelto, porque a ver, ¿cuántas Lady Di inspiradoras habrá visto Oyola?, ¿cuántas Lady Di hemos conocido tod@s?, pero sin embargo, la Lady Di de Kriptonita es sólida, única y amorosa como ninguna de las que conocimos e imaginamos, sus parlamentos son los más emotivos de toda la novela, se me ocurre que por eso, en el capítulo de Carozo y Narizota, aunque lo cuenta Fede, Oyola precisa partes en la que Fede le cede la palabra a Lady Di.

De todas maneras, yo pienso que no hay novela que pueda escribirse sólo con el prontuario, por más buen maquillador y vestuarista que sea el escritor, así que ahí viene la imprescindible parte de buen imaginador, y para muestra alcanza y sobra con Nafta Súper, el que aporta la cuota de fantástico (pero ojo, no cualquier cuota sino Súperman en el Gran Buenos Aires oscuro), el protagonista mudo de Kryptonita, otra cosa interesante, el protagonista no habla nunca y sin embargo, termina la historia y es el más completo y acabado de todos los personajes, conocido exclusivamente a través de la voz del resto.

Mucho más no tengo, ya se ha dicho mucho de Kryptonita y no lo quiero repetir, me queda nomás el deslizar del texto, en dos o tres sentidos lo menciono, porque hay un primer deslizar en el hecho del arranque con una predominancia del médico “nochero” (yo me desayuné con qué es un “nochero” leyendo la novela) para ir “deslizando” esa predominancia hacia Nafta Súper y su banda de manera paulatina, casi imperceptible, y de todas formas permanece el relato en la primera persona del “nochero”·; hay otro deslizar en los diferentes registros narrativos, porque si bien hay trompicones entre capítulos, incluso dentro de un mismo capítulo, no le hacen mal a la trama, al contrario, “deslizan” de un modo que justamente son a favor de la trama (a propósito de la cuestión registro narrativo, hay una entrevista en El Litoral de Santa Fe, http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/10/08/arteyletras/ARTE-02.html, yo la subí a Facebook hace unos días, muy interesante lo que Oyola dice acerca de sus registros); y lo rítmico, cierto que al lector seguro lo influencian varias referencias que contiene el texto, pero también es cierto que el relato tiene partes en las que a uno se le “deslizan” músicas en la cabeza.

Y grandísimos finales, sí, finales, porque son dos, el de la novela y el otro, “Vas a ser diferente mi chiquito…te amo mucho hijo mío”

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