jueves, 22 de abril de 2010

Historias de viaje: tres mujeres venezolanas, Parte 2: Luisa de Arismendi, la esposa de prócer que capaz se merece el bronce más que el marido

A esta segunda historia me la contaron cuando fui a la fortaleza de Santa Rosa en La Asunción, la capital de la Isla Margarita. La fortaleza no es gran cosa (aunque, rimbombantes, la llaman castillo), la construcción típica de los fuertes costeros españoles para defenderse de los franceses e ingleses, y encima se nota que los retoques de mantenimiento le hicieron perder los rasgos antiguos más interesantes. Pero ahí está el calabozo donde estuvo presa Luisa de Arismendi en 1815, con apenas 16 años y embarazada, durante las batallas por la independencia de Venezuela.
El marido, Juan Baustita Arismendi, estaba fugado de los españoles y refugiado en un cerro de la isla. Entonces, a los colonialistas se les ocurrió meter a la mujer en ese calabozo para que el tipo se rindiera. La cuestión es que Arismendi les mandó a decir que prefería vivir sin esposa antes que sin patria (y de acuerdo a lo que me han opinado cuando lo conté, esto da para discutirse sin machismo ni feminismo, porque con independencia de sexo algunos/as han dicho que el tipo estuvo bien y otros/as que fue un cagador), así que Luisa, encadenada en un calabozo de 2 x 1 sin ventanas, fue hambreada, torturada y violada, pero no pudieron obligarla a decir dónde estaba el marido. Encima, a la pobre pendeja se le murió la hija ni bien la parió y los garcas éstos, le dejaron 2 días el cadavercito para que viera como se iba pudriendo. En una de las refriegas Arismendi toma de rehén a Cobián, un poronga de los españoles instalados en Margarita, que ahí se enloquecen y se ensañan peor con Luisa. Hasta hubo un coronel que quiso decapitarla, y zafó porque la mayoría seguía pensando que en algún momento, o la chica entregaba datos para encontrar al marido, o él se entregaba para que la soltaran.
Para acabar de completarla, Arismendi arma un asalto a la fortaleza y lo hacen bosta, él puede escaparse pero a Luisa la sacan del calabozo para hacerle ver el fusilamiento de los prisioneros, vuelcan al aljibe la sangre de los muertos y después la obligan a tomar de la pestilencia que sacan con un balde de ese aljibe. La mina, bah, la nenita, 16 años tenía les hago acordar, lo mismo siguió plantada en su resistencia. Como se ve, hijos de puta hubo siempre, pero huevos gigantes como estos ovarios no creo que muchos.
A los revolucionarios de Margarita les empieza a ir cada vez mejor en las batallas, así que de miedo a que puedan rescatarla, al otro año los españoles la llevaron al fortín de Pampatar (Castillo San Carlos de Borromeo), después a la prisión de La Guaira y al final al convento de la Inmaculada Concepción en Caracas, siempre incomunicada y siempre en las peores condiciones. Y la gran cagada es que con la manzana rodeada, enfurecidos por no poder quebrar a Luisa, la embarcan a Cádiz a fines de 1816.
Unos piratas atacan el barco, lo chorean y dejan a los pasajeros en los Azores y, vaya a saber qué santo habrá estado de guardia pues, aunque no puede volverse a Venezuela porque llega antes otro barco español y termina nomás en Cádiz, el Capitán General de Andalucía, ante las recontraputeadas de Luisa por todo lo que le habían hecho (pero sobre todo porque el tipo era un burócrata y no tuvo a la vista los papeles de la detención, que se habían quedado en el barco afanado), le reconoce categoría de confinada y hasta le otorga una pensión y le permite quedar recluida en casa de un médico en vez de una cárcel.
Igual, las cosas no estaban bien, porque sobre el pucho le quieren hacer firmar una declaración de lealtad al rey de España y a renegar de la filiación patriota de su marido, a lo cual Luisa respondió: “el deber de mi esposo es servir a la patria y luchar por libertarla”. Y ahí se pudrió todo de nuevo.
Por suerte, algunos no eran tan jodidos y a esos Luisa les cayó bien con el tiempo, así que en 1818, un coronel republicano la ayuda a fugarse en un barco norteamericano, va a parar a Filadelfia desde donde, 4 años después de haber sido presa por primera vez, vuelve a Margarita. No sé bien si es entonces cuando se reencuentra con el marido porque está prófuga hasta el año siguiente, cuando el Consejo de Indias dicta una resolución que le concede libertad absoluta.La historia termina casi bien. Vive con el marido casi 45 años y tiene once hijos, pero a los 65 se resbala regando las plantas del jardín y se desnuca. Una mierda que semejante hembra nutricia haya tenido una muerte tan pelotuda.

2 comentarios:

Isabel Bertero dijo...

y uno que cree tener cuitas!es fascinante.
uno: no me gusta el marido
dos: ya que la vida fue de novela, hubiera sido mejor con final feliz

emilio dijo...

pero che, el marido no le gusta a nadie, vieras como lo putearon en la subida de facebook