miércoles, 15 de diciembre de 2010

Laura y el Fabi, Bukowski y Henry Miller…y Emilio


¿Qué tienen que ver? La historia es así: hace un par de meses terminé la enésima versión de una novela que vengo escribiendo desde hace un buen tiempo, y el Fabi es uno de mis amigos al que le pedí opinión. La novela habla de mujeres (pretendo que de otras cosas también, pero eso no viene ahora a cuento), y la cuestión es que el día después de haberle dado el original, el Fabi y Laura, su mujer, me trajeron “Mujeres” de Bukowski y “Trópico de Cáncer”, de Henry Miller. Tengo para mí que fue su manera de decirme (y no sé por qué, me parece que más Laura que el Fabi): “Si querés hablar de minas, primero leete a estos dos”.

De Bukowski ya he hablado por acá y no voy a agregar nada, salvo que en “Mujeres”, Bukowski habla mucho más que sólo de mujeres. Pero el que en ese sentido la gasta es Henry Miller, por favor, desde “La condición humana” de Malraux que no tengo entre manos una novela que tenga el efecto de una suerte de droga capaz de llevarme los pensamientos a un nivel que supere, por lejos, los estados normales de conciencia. Y aunque la relación del personaje con mujeres de toda laya es interesantísima, un soporte eficaz para todo lo que Miller dice, lo que me va quedando por encima de todo, es la mirada descarnada de lo que al final somos los humanos.

Tuve bastante dificultad para entrarle al registro durante las primeras páginas, pero una vez que lo pesqué, “Trópico de Cáncer” me puso a volar. Me cuesta elegir algún párrafo para citar, y con el que me quedo quizás no sea el mejor ni el más intenso, pero es el que creo resume mejor lo que antes he dicho: “Amo todo lo que fluye, todo lo que contiene el tiempo y el porvenir, que nos devuelve al comienzo donde nunca hay fin: la violencia de los profetas, la obscenidad que es éxtasis, la sabiduría del fanático, el sacerdote con su letanía pegajosa, las palabras indecentes de la puta, el escupitajo que va flotando por el arroyo de la calle, la leche del pecho y la amarga miel que mana de la matriz, todo lo fluido, fundente, disoluto y disolvente, todo el pus y la suciedad que al fluir se purifica, que pierde el sentido de su origen, que circula por el gran circuito hacia la muerte y la disolución. El gran deseo incestuoso es el de seguir fluyendo, unido al tiempo, el de fundir la gran imagen del más allá con el aquí y ahora. Un deseo fatuo, suicida, estreñido por las palabras y paralizado por el pensamiento.”

1 comentario:

isabel dijo...

Hace mucho leí "Trópico de Cáncer", no lo releeí, pero es de esos libros que guardás como un sentimiento, aunque no recordés bien el contenido o el lenguaje, creo que es lo que pasa con los clásicos (o con lo que uno incorpora como clásico).
A mí me gusta mucho la poesía de Bukowski, con eso que tiene de apelar a la sencillez extrema de la palabra y decir tanto. Me debés "un cachito" de tu novela