jueves, 25 de septiembre de 2008

El Bichi Fuertes y Sand, la literatura vieja y la literatura nueva


El martes 16 de septiembre jugaron en Santa Fe Colón y Lanús. El 9 de Colón fue el Bichi Fuertes, 35 pirulos, entre un técnico burro como Falcioni que no lo ponía, la transferencia a la Católica de Chile y una rotura de ligamentos, hacía 2 años que no jugaba de titular en Colón. Como los vinos añejos, el Bichi volvió y se puso el traje de héroe, hizo un gol, propició los otros dos y se fue de la cancha abrazado por una idolatría que se ganó a través de 81 goles y una fidelidad sin renuncios a la rojiné. Del otro lado Sand, un delantero inexpresivo hasta que Colón le dio la oportunidad en primera (en River le decían “casi gol” Sand). Él también hizo un gol, y se lo gritó a la hinchada de su ex – equipo con una ferocidad de loco, después explicaría que lo había hecho a causa de los insultos que recibía cada vez que tocaba la pelota, acusándolo de traidor por no haberse quedado en Colón cuando se venció su préstamo. Hasta ahí todo bien, es cierto que el tipo no fue culpable de que Colón no tuviera la plata para comprar su pase y también es cierto que goles suyos en las últimas fechas del Clausura 07, ayudaron a que Colón no se fuera a la “B”, pero después dijo cosas como: “la gente no entiende nada”, “yo laburo de esto”, “Lanús puso la guita”, “en la calle me tratan bien y acá me putean”, “¿por qué no lo putean al presidente de Colón que no puso la mosca para comprarme?”, “cuando Colón peleaba el descenso yo no me escapé como hicieron otros”, etc., etc.
Varias cosas: a) la gente a la que Sand refiere entiende de sentimientos futboleros, no de plata, el que no entiende nada es él, y un jugador profesional “que labura de esto” es lo primero que debiera entender, b) cuando muchos lo insultaron la primera vez que jugó en el Cementerio después que pasó a Lanús, mucha gente de Colón lo defendió, ¿no serán estos quienes lo tratan bien en la calle?; sin embargo, Sand también descargó con ellos su “venganza” gritándoles el gol con furia de descerebrado, c) ¿por qué la gente de Colón debiera insultar al presidente?, ¿por no comprometer el patrimonio del club gastando un dinero que no tenía?, d) ¿a quién se refiere cuando dice “yo no me escapé como hicieron otros”?, ¿al Bichi?, el Bichi se fue a la Católica para no pelearse con Falcioni que ya ni en el banco lo ponía, si se refiere al Bichi la neurona de Sand tiene un comportamiento imperdonable.
Llego así al punto: la descalificación del otro como instrumento para ensalzar lo propio. Sucede en muchos ámbitos, en el de laburo ni hablar, motorizado por envidias, inseguridades, miedos y otras pobrezas, he visto a lo largo del tiempo, con pocas y magníficas excepciones que tengo la suerte de disfrutar, como subalternos, iguales y superiores traicionan por igual afectos y confianzas con la espantosa miserabilidad de la descalificación al pedo. Pero no eran objeto de esta entrada estos patéticos personajes con los que no hay más remedio que convivir para ganarse la vida, lo que me interesa es el uso de la descalificación en la literatura, y no hablo de los escritores porque no me consta, hablo de lectores y/o críticos aficionados a determinada corriente. Sin llegar a la virulencia de Florida - Boedo, noto que de manera creciente, ciertos seguidores de Aira, Pauls, Llach, Casas, Kohan, Link, etc. descalifican de plano toda expresión que provenga de autores anteriores a la década del 70 (al menos me pasa con una buena parte de tipos con los que tengo oportunidad de hablar); sin demasiado fundamento crítico, la frase predilecta es: “se ve viejo, huele a viejo, suena a viejo, es viejo”. Del otro lado el panorama no es mejor, los “castillistas”, como dice un amigo mío, cultores de Borges, Cortázar, Bioy, Castillo, Artl, Onetti, Saer, Di Benedetto, etc., dicen (y otra vez, igual que con los “airistas”, aclaro que me refiero a un gran porcentaje de gente con la que YO converso de literatura, puede ser que tenga la mala suerte de conocer sólo a los “descalificadores”) que la literatura actual es un fenómeno no sustentable artísticamente, que como las corrientes o las modas está condenada a una inexorable desaparición.
Perogrullo dixit: hay literatura buena y literatura mala, no literatura vieja y literatura nueva; he nombrado, de ambos “bandos”, a muchos de los que he leído, textos mejores y peores, pero, y sin mencionar mi ranking, todos le han dado buenos momentos a mi gusto, descalificar a unos en pro de ensalzar a otros, me parece una soberana pelotudez, hay más de un estilo, más de un lenguaje, más de un punto de vista, que uno u otro nos haga sentir más cómodos, que nos resulte más “palatable” uno que otro, no significa absolutamente nada en tren de valorar una obra.
Estoy leyendo “El pasado” de Alan Pauls y los cuentos de Dalmiro Sáenz de “Setenta veces siete”. Siguen pedacitos de cada uno, elegidos al más puro azar:
“…los vio forcejear con el viento y las cerraduras, hasta que la cámara, moviéndose un poco, cruzó delante de un inmenso afiche rojo y negro, la combinación preferida de Riltse, y luego se detuvo un segundo junto a la entrada, donde una mujer de piloto amarillo, completamente empapada, a pesar del paraguas que sostenía en una mano, miraba a uno y otro lado con aire esperanzado y una sonrisa desencajada. Ésa que está ahí, la que se ríe en este momento, y apoya la palma de la mano sobre su cadera como si acariciara el anca de un animal herido; ésa que mira a los hombres desde el extremo del salón grande, sabiendo que en cualquier momento alguno de ellos le hará una seña con la cabeza y que juntos se introducirán en uno de los cuartos del prostíbulo…”
A propósito no separé uno de otro; los dos fragmentos son de alta intensidad en el texto al que pertenecen, y puestos así, uno a continuación del otro, ¿muestran alguna otra cosa que a dos buenos escritores?
Nuevo y viejo, déjense de joder.
Ah, y aguante el Bichi.

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