viernes, 21 de octubre de 2011
"Emilio, los chistes y la muerte", de Fabio Morábito
Conocía a Morábito por sus cuentos (Grieta de Fatiga y La Lenta Furia), esta es la primera novela que le leo (no se conseguía, gracias Myriam por el esfuerzo) e igual que en los cuentos, sobresalen enseguida dos cuestiones: la fluidez de la prosa (y su sencillez, aún para decir cosas para nada sencillas) y la habilidad para que a poco de transcurrir el relato, uno se cree y acepta todo, aún lo poco razonable y/o verosímil.
Así es el universo Morábito, los personajes “son” y lo que pasa “es”. Y en esta novela, Emilio, 12 años, hijo de padres separados, es un chico rarísimo, pero su rareza no tiene nada de ordinario, muy por el contrario, los síntomas, los ribetes, siempre sorprenden y siempre están diciendo algo más allá del texto, incluso en los detalles absolutamente accesorios, como por ejemplo sus pensamientos cuando se concentra en la observación de una fila de hormigas. Eurídice, la coprotagonista, es una cuarentona que vive sola y ha perdido a un hijo de la edad de Emilio, ¡y se encuentran en un cementerio!, sí, el escenario principal es un cementerio, al que Emilio va todos los días a cazar chistes y a memorizar nombres de muertos, ¿ven?, dicho así parece un reverendo bolazo, bueno, nada de bolazo, montado en ese absurdo sólo aparente si se lo piensa en términos de su funcionalidad a la trama, Morábito teje una historia notable, desprende un haz de situaciones muy provocadoras, que nos llevan a cada rato a lugares muy reflexivos acerca de la naturaleza humana, e inclusive —este al menos fue mi caso— a lugares propios e íntimos.
Morábito hace todo con sutileza, o casi todo, porque las excepciones que elige son las necesarias para crear un fuerte contraste, romper un ritmo, hacer sonar una alarma, como cuando Eurídice se desnuda para orinar entre un yuyal del cementerio, y después vuelve a lo sutil, pero el efecto buscado ya se instaló y el perfume con el que se sigue leyendo ya no puede dejar de olerse.
Accesorios a los dos protagonistas, hay un abanico de personajes, todos imprescindibles, todos muy bien delineados y todos tan borders como Emilio y Eurídice, entre otros la madre y el padre de Emilio, el policía que custodia la puerta del cementerio, un fulanito que acomoda las flores en los nichos, un monaguillo en los entierros, notables, y a cuento del monaguillo una curiosidad, Morábito se copia a sí mismo del cuento “Hormigas” que está en “Grieta de Fatiga” ( o al revés, no sé).
Tal vez, a riesgo de pecar de atrevido, el único defecto que le encuentro es que el desenlace no está a la altura de una construcción tan buena, ojo, no digo que es malo, nada más que decepcionó un poco mis expectativas de final.
Para terminar: “Esta es la historia de la relación entre un niño de 12 años que tiene un exceso de memoria y una mujer de 40 quisiera olvidarlo todo”. Así arranca la reseña en la contratapa del libro y es un resumen excelente, pero que apenas se asoma a la densidad que tiene la novela.
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2 comentarios:
En este caso, no se cumplió lo del cuchillo de palo...
En tu caso no es por la profesión de herrera, si fueras otra cosa tb hibieras practicado tu deporte favorito
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