Vi la película “Hace mucho que te quiero” (Il y a longtemps que je t´aime), magistral, la dirección y guión de Philippe Claudel es de lo mejor, una actuación soberbia de Kristin Scott Thomas (yo la tengo desde 1995, estuvo notable en la película inglesa “Ricardo III” con Ian McKellen, otro peliculón, la expresividad de esta mujer es increíble), una trama de una intensidad dramática que va creciendo con una consistencia impecable, a la par de que uno puede pensar y viajar a lugares propios con casi todos los diálogos, y lo mejor, sin distraerse de ese argumento tan atrapante, en fin, es una película a la que no le falta ni le sobra nada, es tan buena que, influido por tanta exquisitez, hasta también me pareció buena y llegó a emocionarme la letra de la canción que pasan junto a los títulos del final, una que se llama “Dis quand reviendras-tu”, que separada del momento es una porquería, una muestra, un verso dice “Para nuestros corazones rotos es el último naufragio”, qué se yo, ni el peor Palito Ortega, una pena.
Pero volviendo a un guión que tanto me gustó, me he quedado con un parlamento puesto en boca de la hermana de la protagonista (una mina que en la peli da clases de letras), muy emparentado con la literatura, pero más con la vida personal de las gentes a las que nos gusta la literatura, particularmente por la tentación que sentimos a veces de extrapolar más allá del arte los contenidos de una obra literaria que nos haya impactado. A raíz de que un alumno le presenta un, supongo ensayo, tras una breve discusión acerca de Dostoievski, el alumno le dice: “Parece que inicialmente quería presentar a un alma, dar al lector una radiografía íntima y universal del asesino” y la mina, está bien que influida por las circunstancias que vive, replica: “Estás diciendo tonterías, ¿qué sabes tú? ¿Qué sabes del asesinato y del asesino? ¿Qué sabía Dostoievski? ¿Qué sabía Dostoievski del asesinato? Nada, nada de nada. Las obras maestras no son más que hipótesis, construcciones simplistas que no pueden compararse con la vida, ¿entendido? Basta de tomar los libros por breviarios. Así no dirás imbecilidades.”
BASTA DE TOMAR LOS LIBROS POR BREVIARIOS, eso me gustó escuchar y ojo, no me contradigo con lo que he dicho algunas líneas más arriba, aquello de viajar a lugares propios disparado por una obra artística, puesto que la misma haga pensar es una de las condiciones, obvio no la única, para que sea arte y no cualquier otra verdura. Que haga pensar sí, pero con pensamiento propio, eso es lo que quiero decir.
Medio relacionado con todo esto, ayer leímos en el taller de Julio Diaco un cuento de la última época de Saer (“La tardecita”, del libro “Lugar”, año 2000) que en un fragmento dice : “…hay que reconocer que casi todas las grandes iluminaciones, exaltaciones, conversiones o revelaciones de los tiempos modernos provienen de la lectura. Pareciera ser que, en el estado actual de nuestra especie, siempre es necesario que lo poco que nos pasa de esencial le haya pasado primero a algún otro, de manera que sólo comparativamente podemos llegar a sentirnos, gracias a una lucidez pasajera, y muy de tanto en tanto, con fugacidad fragmentaria, lo que creemos ser o lo que tal vez somos”. Bueno, en mi opinión no debiera ser así.
Mucho más acomodado a lo que creo es este otro fragmento del mismo cuento: “Existe siempre durante el acto de leer un momento, intenso y plácido a la vez, en el que la lectura se trasciende a sí misma, y en el que, por distintos caminos, el lector, descubriéndose en lo que lee, abandona el libro y se queda absorto en la parte ignorada de su propio ser que la lectura le ha revelado: desde cualquier punto, próximo o remoto, del tiempo o del espacio, lo escrito llega para avivar la llamita oculta de algo que, sin él saberlo tal vez, ardía ya en el lector”. Igual, le cambiaría que la lectura es la que ha revelado la parte ignorada del propio ser, mucho mejor es lo último, que la lectura llega para avivar lo que ya ardía.
miércoles, 5 de agosto de 2009
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