domingo, 30 de mayo de 2010
Osvaldo Lamborghini (“El niño proletario” y “El fiord”)
Hacía rato que quería entrarle a este tipo y no podía. Gracias a darle bola a Dudo de Todo (que me recomendó usar “El niño proletario” como llave) y a un artículo de Liliana Guaragno(www.elortiba.org/lambor.html#Acerca_de_El_Fiord,_de_Osvaldo_Lamborghini) me leí las dos cosas de un solo tirón y, una vez terminadas, tuve una instantánea ligazón con un personaje de mi adolescencia y primera juventud en Santa Fe. Voy a llamar BU al dicho personaje, aunque me acuerdo perfectamente de su nombre verdadero. BU hizo la secundaria en un colegio muy caro, inaccesible para un clase media baja como él, pero becado por ser el hijo de uno de los de mantenimiento, un laburante a toda hora dispuesto, que los dueños y autoridades de esa escuela tenían a disposición cuando se les cantara por dos pesos con cincuenta. Desde luego que ese colegio no era al que iba yo (también un clase media baja), pero entre el 68 y el 72 Santa Fe todavía era una ciudad chica, así que los intercolegiales de cualquier deporte, los cruces en jodas de sábado a la noche o los desafíos para cagarse a piñas entre escuelas a cuento de nada, me permitieron ver como los nenes bien del colegio caro, se ensañaban con BU con toda clase de vejámenes psicológicos y físicos, por supuesto no de la desmesura de los recibidos por ¡Estropeado!, el niño proletario, pero absolutamente equivalentes en la alegoría de Lamborghini. Terminada la secundaria BU fue a la misma facultad que yo. Era Santa Fe entre 1973 y 1978, ciudad y tiempo en que a los de mi generación nos era imposible permanecer indiferentes, ajenos, al clima de convulsión que atravesaba el país y que se reflejaba en la intensa actividad política de las facultades de la Universidad del Litoral, legal y clandestina según antes o después del golpe. En el primer año nomás, BU entró a militar en la JUP, comprometidísimo desde el principio, apasionado, aguerrido, frontal, arriesgado y, como pocos, mostrando todo el desprecio que sentía por los ajenos a su clase. En el final de “El fiord”, BU fue “las bases” (Sebastián) en mi cabeza, y en los últimos dos renglones, "…yo le ayudé a incrustarle el mástil en el escuálido hombro: para él era un honor, después de todo. Así salimos en manifestación", entendí todo, todo, como suele decir una amiga.
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1 comentario:
Este comentario sobre la obra de Osvaldo Lamborghini se merecía su lugar en el blog. No merecía quedar en las letritas de Facebook.
Saludos
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