lunes, 24 de enero de 2011

No es país para viejos, de Cormac McCarthy


Por prejuicio y desinformación (bah, por ignorancia) no tenía leído a este tipo, la novela me cayó en las manos de casualidad y me encontré con un autor excelente, muchos puntos altos.
Para empezar, una trama argumental con gran tensión desde el comienzo, y que se sostiene a lo largo de todo el texto, con excepción de las pausas, los respiros, que dan las reflexiones del sheriff Bell, uno de los protagonistas más interesantes, por el contraste entre su casi indolencia en la acción, contra el incendio que esas reflexiones, escritas a modo de discurrir de conciencia, tiene en la cabeza.
Chigurh, el asesino, el que actúa Javier Bardem en “Sin lugar para los débiles”, la muy buena adaptación que hicieron los Coen, otro protagonista excluyente (en realidad no es justo hablar en esta novela de protagonistas excluyentes porque casi todos tienen algo para serlo, Moss, Loretta y Carla Jean por ejemplo, esto es otra cosa para decir), un personaje por demás inquietante, que mata con la calma y la rutina de quién pone un sello en un formulario, baste decir el rasgo de que “necesita” hablar antes, un rato largo salvo que esté muy apurado, con los que va a asesinar, me quedé preguntando que qué hubiera pasado si a Carla Jean le salía cara cuando le propuso decidir si la mataba o no con una moneda.
Los diálogos, otro derroche de buen estilo, sin guiones, casi sin aclarativos, es como si uno estuviera ahí escuchando. Y finalmente, en lo que me pareció más relevante, lo que cada personaje hace —matar, aclarar los crímenes, enriquecerse— es nada más que un pretexto, una leve superficie exterior que le sirve a McCarthy para hablar de cuestiones más profundas de la naturaleza humana.

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